La natación aporta numerosos beneficios tanto físicos como emocionales a cualquier edad, pero aún más en las primeras etapas de la infancia. Los profesionales y técnicos de la salud recomiendan la práctica de la natación a edades tempranas para un correcto desarrollo de los niños. Es la actividad perfecta para estimular su sistema motriz y cardio-circulatorio, además de ser el ejercicio idóneo desde la perspectiva lúdica y terapéutica.
Aunque no existe un consenso sobre cuál es la edad más adecuada para comenzar a practicar la natación, los pediatras y expertos en nutrición infantil recomiendan que se realice a partir de los cuatro o seis meses de edad, momento en el que termina de desarrollarse el sistema inmunológico y existen menos riesgos de contraer resfriados e infecciones. A partir de ese momento, la natación aporta a los bebés un sinfín de beneficios a nivel físico y psicológico.
Los movimientos del bebé en el agua dirigidos por un profesional especializado estimulan su motricidad, fortalecen su musculatura, la flexibilidad de las articulaciones y ayudan a mejorar el equilibrio y la coordinación. También, al ser un ejercicio físico en el que se ejercitan todos los grupos musculares, es un deporte que fortalece la capacidad pulmonar al requerir un constante aporte de oxígeno. En este sentido también ayuda a paliar enfermedades respiratorias como el asma y la humedad del ambiente propicia la expulsión de las mucosidades. Además, ayuda a mantener el peso corporal al ser el ejercicio intenso para la quema de grasas e incrementa el apetito del niño mejorando su movilidad intestinal.
A nivel psicológico repercute en el desarrollo cognitivo del niño y en su capacidad creativa, haciéndole mucho más conscientes de su propio cuerpo, sus movimientos y de todo lo que les rodea. Nadar supone para ellos una descarga de energía que les hace identificar este deporte con una sensación placentera de relajación que a largo plazo repercutirá en su relación con el medio y la práctica de este deporte. Por otra parte, ayuda a reafirmar su confianza tanto en el medio como en ellos mismos, fomenta la socialización al ser un ejercicio en el que intervienen otros niños y el monitor y refuerza el vínculo afectivo con sus padres al compartir esta experiencia.
Hay que tener en cuenta que en el caso del desempeño de la natación de los bebés es necesario tomar una serie de medidas de seguridad mucho mayores que en edades más avanzadas. La temperatura del agua debe rondar los 30 grados y el nivel de cloro debe ser inferior al de las piscinas en las que se ejercitan niños de más edad y adultos. Es fundamental por supuesto llevar a cabo las medidas higiénicas y sanitarias correspondientes de forma concienzuda.
No podemos olvidar que el objetivo a esta edad no es que el niño aprenda a nadar, algo para lo que aún no están preparados física ni psicológicamente y que solo conseguirá a partir de los tres o cuatro años de edad, sino que se familiarice con el medio y progrese adecuadamente en su crecimiento con el impulso que supone la práctica de un ejercicio físico tan completo como es la natación.
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